El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde



Transcribo uno de los mensajes publicados en la Quinta hace algún tiempo:


Notas previas a la lectura:

·        La acción de este relato se sitúa en Málaga, en los albores del siglo XXI pero muy bien podía haberse situado en el último cuarto del pasado siglo.
·        Cualquier parecido con la realidad no es mera coincidencia.
·        Los personajes, personajillos y demás flora y fauna nombrada en este relato son copia fiel del original.

        
“El Doctor Jekyll y Mister Hyde”
(U sea se “Don Federico Utrera y Mister Dionisio Rabassa”
para aquellos no versados en la lectura de los clásicos)

La del alba sería cuando Don Federico Utrera se desayunaba un contundente mollete antequerano con manteca colorá para repellar (costumbre muy arraigada entre cazadores) y un buen vaso de café con leche calentita.


El día prometía. Llevaba esperando algún tiempo esta fecha marcada en el calendario. La brisa matutina le traía gratos recuerdos y un olor a campo inevitablemente añorado.

Tras enfundarse su traje de camuflaje, comprobó si todos sus pertrechos estaban donde los había dejado, ordenados, la noche anterior. No faltaba nada.


         Se dirigió dando grandes zancadas a su vehículo y, en el maletero, comenzó a colocar minuciosamente todos y cada uno de los objetos necesarios para hacer de aquel día, una jornada inolvidable.

         Condujo tranquilamente, disfrutando del cambio de marchas, sintiendo el ronroneo del motor y las reacciones del auto en las curvas que, por cierto, gustaba tomar más bien ceñidas.

Pasado algún tiempo, el paisaje cambió: el asfalto dio paso a caminos y las farolas se convirtieron en tupidos árboles que entretejían los rayos del sol acariciando suavemente el rostro de Federico. Esta sensación le produjo una enorme satisfacción. Liberaba endorfinas. Absorbía la madre Naturaleza por cada poro de su piel... era feliz. No necesitaba nada más.

Reconoció aquel claro que había visto mil veces, muchas de ellas en sueños, para dejar el coche y afrontar, en su soledad, su propio reto: aquel del que quiere dominar la situación, del que desea enfrentarse a sus propias limitaciones y superarse de una forma definitiva, liberando adrenalina si es preciso pero con la única intención de probarse a sí mismo en un afán de  constante superación.

Bajó del vehículo, compuso su indumentaria y se dirigió a la trasera del vehículo para seleccionar todo aquello que iba a necesitar.

Hizo su elección. Estaba satisfecho con la misma. Se sentía muy seguro y con el convencimiento de que los escogidos eran los adecuados para hacer de aquel día algo irrepetible e irreemplazable.

Comenzó a caminar sintiendo la tierra bajo sus botas. La humedad de la mañana le embriagaba, el olor del romero, de la salvia, de la lavanda...

De repente, paró en seco. Escudriñó los cuatro puntos cardinales. Su cuerpo tomó una postura inequívoca sólo aprendida por el hombre tras miles de años de evolución humana: acechaba.

Agazapado, hizo un pequeño agujero bajo sus pies, dibujó una circunferencia en el suelo, se situó cerca de ella y diligentemente cogió en su mano lo antes seleccionado y gritó, desde lo más arcano y profundo de su ser:
“Frenti bajo, cañón bajo”, Se estremeció, la emoción le embargaba. Exhausto, no pudo más que observar el agujero que, antes, había hecho y, sin pensarlo dos veces gritó: ¡Arroba guita!, ¡Arroba guita!, ¡te lo voy a tirar al piqui, que lo sepas! ... y siguió jugando al trompo.


     ¡Fue un día inolvidable!


·        Este escrito se acompaña de un pequeño cupón que se transcribe a continuación con el ruego de que se haga un uso mesurado del mismo:
___________ Córtese por la línea de puntos ___________
..................................................................................

Carlos, eres un ___________ y un _____________ y te voy a ___________


Con cariño,
Dionisio Rabassa.
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