DE DONDE ANDABA EL ALIMOCHE

Un Chino, un búho y Jesús Sierra

¡¡ Hurra, bien, coj…!!  menos mal que he podido por fin volver a mi dulce y pacífica vida en compañía de mis compis de recreo. La historia de mi ausencia es larga pero la resumiré, pues no me cabe la menor duda de que debo algunas explicaciones. Resulta que hace unos días (no se exactamente cuantos), preocupado por la larga ausencia del caballero Sierra, organicé una expedición de visita y rescate al territorio de los axarquitas (*). Llegado al lugar  donde estos habitan, mostré  a un individuo una foto tipo magdubiniana del susodicho Sierra por si este lo conocía y obtenía de él pistas de su paradero, el individuo en cuestión mantuvo silencio observando atentamente la foto durante dos largos días, concentrado y con aires de de querer hacer memoria permanecía inmutable a pesar de la lluvia, al tercer día yo estaba algo desesperado por la tardanza y hostigado por le hambre y la sed, comencé hacer cucamonas y mohines ante su atenta mirada, tratando de recabar de este modo su atención al fragor de la mímica le propine un sutil y estimulante capón cogotero, provocando por ende su caída al suelo, ¡¡sorpresas da la vida!!, pues descubrí que no se trataba de un aborigen axarquita sino de un búho de escayola  que tuve que pagar al chino que regentaba un comercio anexo.

No obstante, como no hay mal que por bien no venga, el destino quiso que el gerente chino, natural de El Morche, fuese un viejo conocido de Jesús Sierra y por el módico precio de veinte euros y la compra de una bandera de Somalia, me indicó el lugar donde Sierra mora. La mansión del aguerrido Infante Don Jesús resultó no estar a más de dos manzanas del allí y de no haber sido por el atropello de que fui victima al cruzar la calle y que me mantuvo cuatro días en el hospital comarcal, hubiese llegado en un periquete. A decir verdad la tardanza tuvo su recompensa, pues el autor del atropello no fue otro que el diestro Ortega Cano al que siempre quise conocer en persona y que en desagravio por el percance me regaló una caja de yogures (creo se escribe así), naturales azucarados, que me hizo más agradable la espera en el hospital, yo por mi parte le regalé la bandera de Somalia que había comprado al chino y que aún conservaba la etiqueta de Made in El Morche, pues aparte de usarla para contener la hemorragia nasal consecuencia del atropello y como toalla, no me gustan las del SAS, no dejaba de estar aún en muy buen uso y es sabido que a falta de capote, buenas son las banderas de Somalia, Líbano o Mali.

Una vez personado en la residencia del buscado (que no el buscón), y tras allanar la vivienda por una ventana para no molestar a sus moradores y porque tras dejarme los nudillos en la puerta seguían sin abrirme, encontré al bueno del Sierra, entre densos vapores con olor a disolvente y que brocha en mano pintaba, empapelaba y decoraba su hogar de modo compulsivo y desordenado. Llevaba larga barba, ya entrecana, descuidada y salpicada de barniz, tenía la mirada ausente y propinaba brochazos inconexos sobre paredes, muebles, electrodomésticos e incluso a un señor de Soria que enredado por el chino del búho de escayola, había terminado sin saber ni como en la dirección postal de mi amigo Sierra varios días antes. No me cupo duda alguna, estaban bajo los efectos de una intoxicación grave por inhalación de cola de empapelar marca Chinlú, fabricada con extracto de pepino de Periana en la cercana factoría de El Morche.

Pronto me dí perfecta cuenta que el amigo Jesús, alias “El Sierra” era causa perdida, pues con los ojos entrecerrados y balbuceando el Asturias patria querida, lejos de reconocerme, me confundió con  el representante de Titanmorche y me encomendó traerle varias latas de cinco kilos, cosa a la que no pude hacer pues a mí también comenzaba  a hacerme efecto los vapores de la cola de empapelar y tenía la voluntad anulada al igual que Jesús y el soriano, que ahora se disponía a bailar por Coyote Dax sobre la mesa de la cocina mientras esnifaba del bote el alucinógeno esmalte.

Para mí la experiencia pictórica afortunadamente cesó pronto, pues al tercer día de bricolage, tuve la suerte de caer por la ventana mientras decapaba el friso con disolvente Morchelux, aterricé de cabeza en el acerado de baldosa adoquinada de donde fui rescatado por una unidad de la Policía Local a la que me ofrecí para decorar con Tintansporche su coche patrulla y ellos, a su vez, en agradecimiento, amablemente me invitaron a pernoctar cuarenta y ocho horas en compañía de Jesús Sierra y el señor de Cuenca en sus cómodas instalaciones de la comisaría central de Vélez.

Allí fue la última vez que vi al Sierra, pues el día en que me vine, fui informado que nuestro insigne compañero había sido trasladado para continuar en Alhaurín de la Torre una obra decorativa que había iniciado el día anterior, consistente en un estucado cincelado con espátula sobre la cabeza el comisario Jefe y que  estaba  quedando de lo mas Pop-Art, o a mí al menos, así me lo parecía.

Fue ya de regreso a mi casa, mientras conducía, cuando recobré definitivamente la consciencia y a pesar del dolor de cabeza me dí perfecta cuenta del narcótico avatar que había padecido, las consecuencias……. de lo peor……varios días sin visitar el patio del recreo, un fuerte dolor de cabeza y retirada del carnet de conducir por ir a cuatro kilómetros por hora en autovía con el agravante de tratarse del carril contrario, pero lo que más me ha dolido es que no he vuelto a saber nada del gato de escayola……. ni me escribe, ni me llama……¿se habrá ido con el Sierra a Alhaurín?.   




1 comentario:

  1. espero que esta vez si seas tú, pero bueno, que digo, si esta prosa no puede ser de otro, has tardao en entrar, pero has entrao por la puerta grande y vaya aventura mas divertida, interesante, guay y que da que pensar, jajaja
    oye, empieza tambien a pasearte por el patio.
    Bienvenido

    ingarvi

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