Transcribo uno de los primeros correos de la Quinta y que, parece, sigue estando de actualidad:
De todos es conocido que, llegada la primavera, en muchas especies se producen cambios hormonales muy importantes y significativos, conocidos comúnmente como “celo”, encaminados a la procreación y el mantenimiento de todos los animalillos de Dios en este nuestro planeta.
Una de estas especies, noble y heráldica, de precioso porte y costumbres depuradas es el ciervo o venado, nombre común que reciben ciertos mamíferos artiodáctilos (dotados de un número par de pezuñas), cuyo rasgo más característico es la presencia de astas. A diferencia de los cuernos, las astas están formadas por hueso muerto una vez que están desarrolladas por completo, son ramificadas y se mudan cada año.
A este bello animal, cuando la madre naturaleza le llama, asáltanle unas ganas irrefrenables de berrear que sólo apacigua tras encontrar a una compañera o congénere que le aporte cariño y un poquito de comprensión.
Es la archiconocida “berrea del ciervo” que tan magistralmente nos mostró en documentales el naturalista Félix Rodríguez de la Fuente en la primera cadena de la televisión española, hace ya algunos años.
El único pensamiento del ciervo, en ese momento de la berrea, excluyente donde los haya, es para la cierva quien, cual vaquera de la Finojosa, pasea su palmito entre romeros, aulagas y quejigos sintiéndose observada y querida por su adulador pretendiente.
¿¿¿Dónde te metes, Jesús Sierra???
Una de estas especies, noble y heráldica, de precioso porte y costumbres depuradas es el ciervo o venado, nombre común que reciben ciertos mamíferos artiodáctilos (dotados de un número par de pezuñas), cuyo rasgo más característico es la presencia de astas. A diferencia de los cuernos, las astas están formadas por hueso muerto una vez que están desarrolladas por completo, son ramificadas y se mudan cada año.
A este bello animal, cuando la madre naturaleza le llama, asáltanle unas ganas irrefrenables de berrear que sólo apacigua tras encontrar a una compañera o congénere que le aporte cariño y un poquito de comprensión.
Es la archiconocida “berrea del ciervo” que tan magistralmente nos mostró en documentales el naturalista Félix Rodríguez de la Fuente en la primera cadena de la televisión española, hace ya algunos años.
El único pensamiento del ciervo, en ese momento de la berrea, excluyente donde los haya, es para la cierva quien, cual vaquera de la Finojosa, pasea su palmito entre romeros, aulagas y quejigos sintiéndose observada y querida por su adulador pretendiente.
¿¿¿Dónde te metes, Jesús Sierra???
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